jueves, 13 de junio de 2013

El Silencio de los Inocentes




       - El tren del oportunismo, si tiene alguna característica de infraestructura, es ser muy amplio y con asientos muy cómodos. En Venezuela hay miles comprando boletos para ese viaje. Un triunfo nos incita frenéticamente a comprar tickets aéreos a Brasil. Una derrota, nos sucumbe en la más agria de las depresiones y nos empuja a proyectar cualquier tipo de improperios psicoanalíticos hacia los seleccionados, y no es culpa del fanático Vinotinto, todo lo contrario, es responsabilidad de una atmósfera social inmersa en divagaciones que no termina de ajustarse a la pluridimensionalidad de las Eliminatorias Sudamericanas. Periodismo fanático, patriotas 2.0, desconocedores de la esencia del fútbol, y asesinos del honor de los jugadores, todos ellos se entremezclan y arman esa escena de Tim Burton, bipolar de ir al cielo, y luego tener un VIP Pass al infierno, en solo 90 minutos.

2-      Fue un partido de mierda. Ni el análisis del periodista más rankeado en toda Venezuela, puede ser más exacto que ese desgarro del alma soltado por Salomón Rondón luego del pitazo final. Rosales con el rostro ensangrentado. Rincón, atormentado otra vez por los demonios de la imprudencia. Arango, intentando conseguir la magia que siempre va adjunta a su pie izquierdo. Maestrico, sin luz, sin genialidad, sin nada. Esa es la radiografía de nuestra selección. Jamás habíamos estado tan cerca de ver la tabla de posiciones y creernos mundialistas. Jamás. Al parecer, en la genética de la historia Vinontinto, el adjetivo ‘cómodo’, no existe, o al menos no es un invitado frecuente.

3-      Gris. Todo estuvo gris. Desde la lectura del juego, pasando por la alcabala de los cambios, y la toma de decisiones técnicas-tácticas. Los primeros diez minutos de juego fueron vitales, allí debió responder el CT nacional. Se cometió el error más grave que hemos hecho en toda la eliminatoria, caer en el campo charrúa. En el juego físico, en olvidar ese principio que Bielsa siempre remarca: “La vanidad del jugador es la fuente de creatividad”. Otra vez la jerarquía y veteranía de Uruguay nos restriega en la cara que el talento no es suficiente. Hay partidos que estructuralmente tienen intrínseca la necesidad de apelar al potrero, al barrio, a tomarse atribuciones que no siempre pertenecen. Uruguay lo entendió, lo elaboró, y sacó tres puntos de campeón de América. De semifinalista de Mundial. Fue una lección al alma.

4-      Los recursos ofensivos que la selección mostró no dignificó los elementos que revelaba la convocatoria. ¿Imprudencia nuestra? No, todo mérito uruguayo. La síntesis del problema se traza cuando frente a tus ojos está el daño y no sabes qué hacer. Farías, quedó congelado. Atrapado. Ahogado en una posesión de balón inusual, en un lienzo cuasi poético de ver a la Campeona de América metida en su arco, y rechazando cualquier cantidad absurda de centros. Godin, y Lugano, dos fuera de serie, que pueden pasar toda la vida revoleando balones sin ningún tinte de exquisitez. Richard Blanco, ingresó mareado, con una guerra de altos quilates frente de él, y sin un filtro que entrelazara los tres puntas. Terminaron incomodándose el uno con el otro. En su hábitat natural, es muy difícil no ser atacado por el León. Venezuela, fue la cebra que incursó de forma ciega en las profundidades del safari africano. Y salió mordida.

5-      La vetustez del fútbol desnuda siempre varios adagios, y uno de ellos es: ‘El peor infierno para un delantero es jugar de espalda al arco’, en el fútbol actual, el ‘9 pivot’ es de gran ayuda, sobretodo cuando se gestan circuitos ofensivos rápidos y transiciones sorpresivas. Pero en Cachamay no fue así, otra vez Rondón diluido en el embudo de la desesperación. Como en Puerto La Cruz contra Ecuador, desenvainando su sable para contrarrestar él solo el batallón liderado por Godín, en Montevideo ganó la batalla, en suelo nuestro, la perdió. Felstcher fue un estorbo. La idea madre era brutal, tenerlo al velocista rompiendo las líneas vestido de wing, y dibujándole ocasiones a SR23, el único detalle, fue que Uruguay nunca regaló ni veinte centímetros. Sabía para que estaba Felstcher, lo que conllevó a una infructífera consecución de esprinteo del suizo-venezolano.

6-      Venezuela es más que un bombazo de 30 metros de Arango, y un cabezazo de Rondón. Eso está claro,  Por eso, de forma muy terca, sigo con el discurso casi bélico de formación de identidad. Sé que a estas altura no tiene sentido caer en estas discusiones, pero en sus anaqueles mentales, siempre es bueno recordar que la identidad tiene la capacidad de otorgarte respuestas en los momentos de angustia. Tener un patrón establecido de juego puede destruirse con un gol al minuto 28. La identidad, es flexible, pluripolar, y ajustable a cualquier atmósfera. Como añoramos aquella selección de Copa América. En el camino, dejamos la huella, y se borró.

7-      Al levantar el rostro, el capitán avisa a la tripulación que se acerca turbulencia. ¿La encaramos o huimos? El libre albedrío y su bodrio significado anacrónico, le da para escoger. El camino no es nada sencillo, si para Bolívar no lo fue, ¿Quién dijo que para la selección lo sería? La megalomanía en nuestro balompié no debe existir. El fútbol tiene corazón. Cuando nos humillaron, vencimos. Cuando humillamos, nos vencieron. 1+1=2. Santiago, Barinas, y San Cristóbal. Esta novela, tendrá su desenlace en esas tres locaciones. Uruguay, tiene partidos durísimos, sigo sin entender por qué ‘analistas profesionales’ ya eliminaron a Venezuela.

8-      Ahí está la esencia de la hermosura de las Eliminatorias de la Conmebol, en el sufrimiento. Quién dude la responsabilidad que cada uno de estos muchachos lleva en su corazón, es mejor que se coloque de nuevo la camisa argentina o brasileña. Con todo el respeto que se merecen Chile, Perú y Paraguay, les anticipo, tendrán que estar dispuestos a dejar sangre y sudor en la cancha si desean ganarle a esta selección. Es todo o nada, La Vorágine está escrita. Los cimientos a prueba. No es una cita cualquiera, es el Mundial Brasil 2014 lo que se juega.

Geoff I. Hernández 

 Foto: El Universal.