martes, 26 de junio de 2018

Danzando Entre La Autodestrucción


  
1- Porque así es el fútbol argentino, y siempre lo será. Una disputa eterna entre la autodestrucción y la gloria. La ansiedad de quedar fuera en primera ronda  nublaba el cielo de San Petesburgo y el buen transitar del equipo en el primer tiempo se evaporó apenas Moses concretó el empate desde el punto penal. La mandíbula de cristal. La fragilidad psicológica histórica. Los fantasmas del pasado. Mascherano haciendo de Xavi, y los siete albicelestes delante de la línea de la pelota presagiaban lo peor, pero esta vez, no. Argentina no salió de rodillas.  

2-  Como quien ve en el horizonte su última oportunidad. Así salió Argentina a la cancha. Apostando a la sobrexcitación lógica del arranque del partido, y a la lucidez de Banega y Messi. Di María estaría bien abierto por la izquierda, Enzo Pérez haría de interior cuando atacasen, y de auxiliador de Mercado al defender. Compactito. 4-3-3 en ataque, 4-4-2 en defensa.

3-  La presión de los primeros quince minutos nos hacía sonreír y recordar la labor de la selección que estuvo en Brasil. Solidarios, responsables con los espacios, y promoviendo el factor Messi. Porque todos. Absolutamente todos los que estaban jugando en el césped de San Petesburgo intuían que Messi aparecería. Y apareció. Ofreciéndose en las pequeñas sociedades, y oxigenando las construcciones con descargas a los dos costados. Esta vez sí se conectó al diagrama ofensivo. Junto a Banega y a Pérez. Los tres hicieron de la zona derecha su laboratorio de ocasiones creadas.

4-  Banega jugó con esmoquin. Representando los grandes artífices de la mediacancha argentina de las últimas décadas. Oliendo la necesidad, y ofreciendo mesura en medio del caos. Porque esto es también el fútbol argentino. Una búsqueda constante de aquietar la turbulencia y el caos. Ever fue lo que nos enseñó por allá en la Copa América 2016. Amo y señor de la zona 2, cuya función sería enlazarse con Messi. Y lo encontró con un balón cruzado.

5-   Nigeria mantuvo una estructura intocable en sus tres partidos del mundial. Un equipo temeroso, hasta perezoso en los primeros 45’, y luego otro más rítmico y ofensivo en las segundas partes. Musa intimidó más en su verso previo al partido que en la cancha. Moses, anotó por la vía penal, y tuvo que dedicar el resto de su participación a cooperar con la línea defensiva. Un equipo que por más que se enfrente a Argentina en los eventos grandes, siempre terminan perdiendo por un despiste ingenuo.

6-  Los problemas conceptuales de Argentina son profundos, y ahí estuvieron, y ahí estarán. En los mundiales no se corrigen los daños profundos, se ajustan acorde al tamaño del reto que se tenga en frente. Y Francia es un monstruo de cinco cabezas que exigirá un nivel casi imposible de concentración y perfección. Griezmann no es Musa, Obi Mikel no es Kanté, Moses no es Mbappé. Pero hoy Argentina cerró una grieta vital. El estado emocional. Es imposible analizar el deporte de alto rendimiento ignorando el lado humano. Y hoy la sonrisa de Messi. Las lágrimas de Higuain y Di María deben ser el estandarte de la siguiente batalla.

7-  Nunca antes se había visto una persecución tan intensa contra una selección por sus propios fanáticos, periodistas, y hasta dirigentes. La presión externa. El deseo de muchos de ver fracasar a esta generación dorada, y los minutos de real peligro de eliminación deberán fortalecer el carácter de un equipo que en este torneo no cuenta con la solidez futbolística de hace cuatro años.

8-  Y sí. Quizá por eso el sábado pueda ocurrir una tragedia, pero hoy Argentina levantó un durísimo match point, que les permitirá comenzar oficialmente el Mundial. Armani en el arco. Banega gerenciando la zona 2, y Messi flotando entre Ever y Kun o Pipa. Esa es la columna vertebral de una selección que no tiene nada que perder. Francia es la gran candidata a llevarse el torneo pero: ¿Tendrá el suficiente peso histórico como para lidiar con una pandilla que se siente cómoda danzando entre la autodestrucción y la gloria?

Geoff Hernández R.

sábado, 16 de junio de 2018

Monstruos en la ventana...


   1-   No, no es un remake del inicio del mundial 2014. Las circunstancias son totalmente distintas, aunque las sensaciones se parezcan. Un primer partido repleto de la nada. Del sinsabor que produce la ausencia de un guion claro, de la tortura que implica revivir el patrón de ver a Messi solo rodeado de europeos sedientos de sangre que miden casi dos metros, y de la euforia argentina que se va disipando al ritmo de las falencias de un equipo mucho menos formado que aquel de Sabella en Brasil.

2-   ¿Alguien le mostró por mera inercia a Sampaoli un video de las formas de jugar de Islandia? Yo sigo aterrado porque pareciese que el concepto arcaico de ‘Las estrellas siempre ganarán’ superó las pantallas de la televisión, los teclados en twitter, y se ajustó al cuerpo técnico argentino, y es que hasta el menos conocedor de funcionamientos tácticos podría imaginarse cómo iba a ser el partido.

3-   Argentina entregó los tres puntos al situar a Biglia al lado de Mascherano. Ninguneando las obligaciones de manejar el ritmo del partido con posesiones profundas y coherentes. Biglia es un obrero de la escuela formada por Mascherano. Su hábitat natural es el corte. El roce. Los dientes apretados. Las descargas a sus espaldas y a los laterales, y la protección de los centrales. Pero crear ocasiones es otro universo muy distinto. Se necesita precisión, imaginación, ubicación perfecta, y genética. Es decir, Biglia debe ser titular contra Francia. No contra Islandia.

4-   …y saldrá aquel protector de las nimiedades a decir que Argentina tuvo el balón el 73% del tiempo vivo del partido. Y tiene razón. Por eso no se explica el cambio tan tardío de Pavón, y de Banega. Apenas al ingresar en cancha, la temperatura cambió. Di María quería ser el desbordador modelo 2011 del Real Madrid, pero Agüero estaba incrustado en una jauría donde no logró ganar ni un solo balón aéreo, cosa que Otamendi si alcanzó en los pelotas paradas. Un recurso que Argentina deberá perfeccionar si pretende avanzar en el torneo.

5-   A Messi lo dejé al final, porque está más solo que nunca. Y en sus ojos se puede confirmar eso. En el Can Barca, cuando erra sonríe, busca la complicidad en Suárez, o en Piqué y pide la bola de nuevo. En Argentina, no ríe. No busca acompañantes. Prefiere deambular y quedarse en sus pensamientos solitarios hasta que le llega la pelota y decide él mismo intentar derrumbar las murallas de Jericó. Da la sensación que está hastiado de tener que solucionar las fisuras colectivas albicelestes. Se repiten las imágenes de Leo siendo marcado por cinco o seis jugadores. Y si Sampaoli no lo protege, ni le da opciones a su capitán, el avión podría tomar un rumbo turbulento y oscuro.


6-   ¿Por qué dije al inicio que las circunstancias en este inicio de Rusia 2018 son totalmente distintas? Porque el 5-3-2 inventado por Sabella en 2014 tenía solución en parar un mediocampista más, debido a los 3 años de proceso del cuerpo técnico. Esta vez, el diagnóstico no es tan claro. Ni Sampaoli tiene el recorrido, ni los nombres que hay en la lista pueden permitirnos construir un escenario perfecto donde Messi haga de Ronaldo en la Portugal actual. ¿Está todo perdido? Por supuesto que no, pero en los espejismos ilusorios se podía tejer un plan que al final llevaría a la albiceleste a la final contra los Hermanos del Norte, hoy hay mucha más niebla, y los monstruos en la ventana no dejan de gruñir.

Geoff Hernández.