¿Qué palabras puedes utilizar para explicarle a la próxima
generación que Messi y su ‘Clan de la fe’ no pudieron nunca ganar una final?
¿Cuál es el adjetivo perfecto para describir al destino y su insistencia de
servirle en bandeja de plata tres veces seguidas la gloria a Higuain? ¿Por qué
la satisfacción de la conquista se les escurrió de nuevo entre los dedos a una
banda que no deja de intentarlo? Da la sensación que a la derrota le encantó el
color albiceleste.
‘Tengo miedo por como tratan a Messi’, anticipaba
proféticamente su amigo Demichelis. ‘Un día no muy lejano, se enojará y no
regresará’, afirmaba Bilardo. ‘Si no ganan la Copa, que no vuelvan’, decía
cruzando los dedos Maradona. En la atmósfera interna del seleccionado había una
verdad ya sentenciada, que ni el título de la Copa América podía trastocar. Leo
se quitaba la cinta de capitán, dejaba en el armario su casaca, y se iba, ya no
aguantaba más. Ni la exigencia del obsesionado que vierte sus fracasos en la
espalda de un futbolista, ni el desastre institucional que tiene a la Argentina
al borde de la desafiliación de la FIFA.
¿Y quién puede criticarlo si a Messi lo formaron para
competir a través del orden y de una filosofía que basa su éxito en la
distribución equitativa de responsabilidades? Juzgar es otra forma de asesinar.
Tildarlo de cobarde, es obviar con alevosía que la familia Messi transitó por
toda Argentina suplicando por la ayuda que le permitiese al pequeño Leo sanar,
desarrollarse y perfeccionar su don, y lo único que consiguieron fue a un
paquete de dirigentes en traje de lino enceguecidos por la corrupción, que
veían al frente un problema en vez de una solución. Porque así somos los de
este lado del mundo. No creemos en la formación ni en el cumplimiento de
etapas. Queremos resultados en el ahora, por eso nos golpeamos una y otra vez
con el mismo modelo político populista. Nos encanta la religión del mínimo
esfuerzo.
El mayor tribunal del fútbol argentino es una servilleta.
Sí, la servilleta donde Rexach vertió su fe. ¿Qué patrón del pensamiento le
reveló a Rexach que ese chico con problemas de crecimiento que se agujereaba él
mismo las piernas, en unos años dominaría el fútbol mundial, y convertiría al
Barcelona en el ejemplo formativo para millones de instituciones y jugadores? O
mejor dicho: ¿Por qué los dirigentes de Newell’s, River Plate o Boca Juniors no
vieron en Messi lo que el Barcelona sí vio? Porque el fútbol es el medidor
social por excelencia. En Argentina y el resto de Sudamérica, el futbolista es
un producto de un mercado que día tras día sobrepasa los límites de oferta y
nada más. Y de ahí nace toda la distorsión. No entendemos que deben superar con
éxito cada etapa formativa, y así se reducirá al mínimo la posibilidad del
fracaso. Pero, para eso hay que tener conciencia y paciencia. Y de eso estamos
escasos en nuestro continente. Nos jactamos de la garra y del empuje, y del
talento innato. Cuando lo realmente
valioso, es ver el talento en un joven, y promoverle de todos los recursos
necesarios para que llegue a su plenitud. ¿Entiende entonces usted, por qué
nunca Messi se irá del Barcelona? Porque el agradecimiento es la coraza que
protege tu legado.
¿Y si Messi hubiese aceptado la proposición de conquistar el
mundo con España se le catalogaría como el traidor, desertor y cobarde que
trazan hoy las portadas de los diarios y de las redes sociales? ¿Hubiese competido Argentina en la élite en
los últimos diez años? ¿Por qué la primera reacción es acusar antes de entender
que no es un problema superficial?, sino una construcción que tomó forma en los
últimos años y se acentuó a través de los insultos en Rosario por no cantar el
himno. La humillación de ‘Los hermanos del norte’ en Sudáfrica 2010. Las aventuras de Batista en Copa 2011. El
dolorosísimo capítulo del Maracaná 2014. La final de Santiago 2015 y el penal
errado en 2016. Alejarse no siempre es sinónimo de cobardía, a veces, es todo
lo contrario. Es saber que la vida está llena de ciclos que inician y finalizan,
y que intentar malograr esa fórmula, solo activa una espiral de frustraciones que
va en contra de la educación del triunfador.
El fútbol se nutre de las pequeñas sociedades. Esa simple
frase sintetiza las glorias del Barcelona y las miserias de la Argentina. Pretender
que Messi funcionase en la albiceleste de la misma forma que lo hace en España
es el acto de arrogancia más grande que puede cometer un conocedor de este
deporte. Maradona disfrutó de un equipazo en el ’86 que se encargó de potenciar
al máximo las habilidades sobrenaturales del ’10’, sin perder el estandarte de
equipo competitivo que aparecía cuando Diego se extraviaba en sus demonios,
como esa noche contra Alemania Federal. Lionel Messi no tuvo la suerte de jugar
al lado de un Valdano, de recibir un pase limpio de Ruggeri o de habilitar a un
Burruchaga que no se acobardase. Lo dejaron solo cuando la gloria estaba a la vuelta
de la esquina. Superponiendo el don de Messi al esfuerzo colectivo. Y eso sí es
cobardía. Siempre cargó con el peso espiritual y futbolístico de toda una
nación. Y ese fue el beso de la muerte para Diego Armando Maradona. Cuando dejó
de ser parte de un conjunto sustancialmente acoplado, y se convirtió en el
todo, el resultado fue Italia 90’. Un subcampeonato donde lo único que se recuerda
es el gol de Caniggia ante Brasil y el epitafio del 10. Y a eso le tiene terror Messi.
Él vio el ocaso de su ídolo. Él estudió una y mil veces las
formas de su retiro. Porque así de obsesionado es. Y no quiere más sufrimiento.
A Messi no lo educaron para perder. Cada vez que pierde, muere un poco. Se
acostumbró a triunfar en cualquier fase de su historia. Quizá allí se cimente
uno de los principales motivos de su cruce de caminos, nadie le mostró el
sendero de la derrota como un destino posible. Y se fue, como el guerrero que
esconde su espada y muestra la bandera blanca. No es difícil intuir que está
destruido, su sueño nunca radicaba en conquistar el mundo ni convertirse en héroe para millones. Siempre antepuso su país. El mismo país que lo corrió hace unos años. El
mismo país que exigía su renuncia luego de Brasil. Y por vestigios del destino,
el mismo país que de rodillas suplicará su regreso. Porque sin Messi, Argentina
pierde la gracia y el don que solo los escogidos otorgan.
…y si esta nación, por algún motivo, llegase a arrepentirse.
Y convenciese a Leo de regresar, el resultado quedará escrito como una de las
historias más espectaculares jamás registrada, cuyo capítulo final será el 15
de Julio de 2018 en Rusia.
Geoff Hernández R.