(La muerte es justicia)
Cuarenta
días duró el confinamiento. Apenas acabo de recibir el primer resplandor de sol
desde que escribí la última carta, y por fin pude cambiarme estos harapos
llenos de suciedad y de orina que me han producido vómitos desde hace una
semana. Al regresar a este mundo de inmundos llamado Odpor, entendí la magnitud
de lo que habíamos hecho. Vilhem, Napoleón, Nazut y Arshavin estuvieron en la
misma celda que yo, o mejor dicho en el búnker de máxima seguridad de la
prisión de Odpor, y hasta suena bonito eso de máxima seguridad,otras cárceles
como: “La Frestiana y El Corxet” – Ambas al sur del país - tienen una característica que las alejas del
resto de las penitenciarias alrededor del mundo, y es la intachable
presentación de todos sus espacios. Es una nueva política de reforma que lidera
el gobernador de Prativ, Januv Haluzav, quien tiene una extraña empatía hacia
los criminales, dándoles la comodidad necesaria y la disciplina para que puedan
reincorporarse a la sociedad, sus detractores aseguran que Haluzav tiene
negocios ocultos con constructoras y fundaciones para blanquear dinero, y
aumentar su patrimonio, imagino que a los presos poco le importara eso, debido
a todos los beneficios que reciben. Se han escuchado rumores que muchos
indigentes han empezado a cometer delitos solo para ser ingresados en alguna de
las dos, y lloran cuando los absuelven de sus culpas. Una locura. En Frestiana
y Corxet hay camas, baños, partidos de fútbol por televisión, comidas distintas
todos los días, sesiones de psicólogos obligatorias, y visitas semanales. Todo un paraíso. Lo sé, porque mi abogado, JensSalhim, me
informó que batallaría hasta el final contra Roché y sus aliados, y que el
mejor resultado que podríamos recibir era un traslado hacia alguna de las dos
penitenciarias. Al final. Ni lo uno, ni lo otro. Supongo que la horca es un mejor
lugar para nosotros, los redentores de la justicia. Me tomaré las siguientes
líneas para intentar describirle cómo era ese asqueroso lugar que Nazut llamó:
“El calvario de los muertos en vida”.
Era
un cuarto sin luces, ni camas, y con solo una ventanita del tamaño de dos puños
por donde ingresaba el poco aire que respirábamos. En unas seis ocasiones
tuvimos que cargar a Nazut para que inhalara, porque la claustrofobia le
producía recuerdos inminentes de aquel invierno en casa de su tío muerto,
Elisha. Llegamos a contar seis ratas, cuatro sapos y dos animales que jamás
habíamos visto antes, era una mezcla indivisible entre un renacuajo y una
serpiente, lo curioso del híbrido era el sonido que emitía dos veces al día, en
la mañana y en la noche, era como un silbido in-crescendo, que terminaba arrojando
una especie de saliva que ensuciaba el piso, y que le producía náuseas
constantes a Napoleón, y que en un par de ocasiones culminaron en una
convulsión. Vilhem, el menos asqueado de todo el clan les llamó:
“Serpientajos”, nada original, pero muy preciso. Los guardias de turno nos
arrojaban dos bolsitas negras al día que tenía pan duro, jamón maloliente, y un
poco de queso de cabra, y también nos lanzaban un pote de cuatro litros de agua
que debíamos compartirnos entre todos diariamente. Lo peor de esos cuarenta
días fueron los anocheceres, y el puto frío que nos deslastraba las coyunturas
y nos elevaba el ritmo cardiaco. Solo una cobija para todos. La decisión de que
nos rotaríamos la manta por noche fue mía, y todos la aceptaron. Cuando te
tocaba dormir con el fulano trozo de tela sucio y semi-roto era lo más cercano
a la perfección que podías acceder dentro de el calvario de los muertos en
vida, y cuando no, era una tragedia. Un chiste en la misa. Un dolor de cabeza
el día de tu boda, o peor aún, una muerte lenta. El que más lo sufrió fue
Arshavin y su eterna esclerosis. Pobre sujeto, se revolcaba de dolor, gemía, y
en más de alguna ocasión llegó a desmayarse o quedarse dormido de tanto
malestar. Preguntará usted por qué entonces no se le daba a Arshavin la manta
cuando los síntomas lo atormentaba, y la respuesta más sencilla la dio Napoleón
el día que le insinué lo mismo: “Porque mis cojones no entienden de
compañerismo”. Genio.
Mientras
la bipolaridad climática – Unos cuarenta grados por el mediodía, y unos seis bajo
cero por las noches - nos reconcomía la
vida en esa taguara de mala muerte, el verdadero espectáculo se disfrutaba
afuera, en ese mundo de inmundos llamado Odpor, y si me permite usted ser más
específico, en la Jefatura de policía, donde aún seguían las investigaciones e
imputaciones sobre el hecho más abismal, y ‘cruel’ – Como si ellos llegasen a
entender la genética de la crueldad – que se había vivido en toda la historia
de Odpor. Nelvit Roché fue el único sobreviviente, nunca imaginó que su alergia
al alcohol le podría salvar, el problema era que yo sí conocía su condición, y
lo necesitaba vivo, por eso les recomendé a ‘Los hermanos del norte’ que el
veneno que nos fuesen a enviar pudiese ser añadido a las seis cajas de vino
blanco que serían enviado como regalo desde la gobernación mayor, sin cambiarle
el olor o la textura, y como siempre, ‘Los hermanos del norte’ jamás erran. Ni
en precisión, ni en calidad del producto. Fieles, como la aurora celestial y
eternos como la mar. Haciendo del asesinato, un arte divino.
La
Radio Nacional, y los tres canales de televisión que había en ese momento en el
país, se habían instaurado desde el mismo día del genocidio a las afueras de la
jefatura de policía. El presidente de estado mayor, Don Arthur Levlov, creó una
fuerza especial de inteligencia militar que se encargaría de descubrir los
autores intelectuales y materiales de la tragedia, y dándose golpes de pecho y
escupiendo lágrimas, juró ante los
dioses que los culpables morirían ahorcados en el centro de Odpor, lo divertido
de todo esa prédica mal estructurada fue que los culpables ya estaban muertos,
aunque respiraban.
Casi
quinientos funcionarios llegaron a Odpor, militares, públicos, de inteligencia.
Todo un contingente sediento de lo mismo que nos empujó a cometer el acto de
redención, de justicia. Roché recomendó al gobernador mayor, Cesc Laurev, que
emitiera una orden de suspensión de garantías, así sería mucho más sencillo
registrar cada casa y cada espacio de todo el estado - Y también la aplicó en la
cárcel, enviándonos a todos a los 20 búnkeres de máxima seguridad - El
gobernador aceptó. Una fuente cercana a Laurev, me dijo que luego del
genocidio, fue allanada su casa, siendo golpeados no solo él, sino toda su
familia, y terminó encarcelado por la
Seguridad Nacional. Lógico. Las botellas con el líquido de la muerte habían
sido enviadas desde la gobernación. No podía parar de reír desde que me
contaron eso. El proceso de investigación en contra del gobernador Laurev duró
diez días, y el muy hijo de puta, se salvó de ser condenado a la horca por una
botella de vino que dejó en su casa. Es decir, un robo lo salvó. Los forenses
descubrieron que la botella encontrada dentro de la casa del gobernador
provenía de la misma carga que fue enviada hacia la cárcel. En el juicio,
Laurev dijo que siempre ha sido fanático del vino blanco, y que no veía ningún
problema en quedarse con un ejemplar mientras que las seis cajas fueran
enviadas hacia la cárcel. No mintió. Los exámenes toxicológicos confirmaron la
ausencia de cicuta en la botella que había dentro de la casa de Laurev, lo que
le absolvía de cualquier implicación, dando fuerza a la teoría de que el
complot fue interno. Y vaya que tenían razón.
Arshavin
era la pieza más importante de toda esta ecuación. Él fue la puerta que nos
permitió conocer cada detalle del acto donde iban a condecorar a Stannis, en
realidad no él, sino su gran amigo Lucciano Riatti. Aún recuerdo cuando llegó a
mis manos la programación de ese caluroso viernes 10 de mayo, donde estaban
impresas todas las situaciones planificadas para el acto, y es ese el momento
que escojo para reírme en sus caras. Son unos inferiores, tanto que se jactan
de tener la capacidad de anticipación y justicia más grande del país, y
terminaron ahogándose al ritmo de Sócrates y la cicuta. Como seguía diciendo,
Arshavin era el más importante de los menos importantes en este plan. Una sola
pifia suya con Roché o Stannis hubiese detenido la operación. Casi ocurre. El 7
de mayo cuando Stannis se enteró de que alguien había tomado los planos del
acto salió a confrontar a Riatti, y cuando digo confrontar, no me refiero a
conversar, sino a tomarlo por el cuello y arrojarlo al piso mientras golpeaba
con el barrote policial el rostro del viejo burócrata, quien salvándose el culo
empujó el dedo acusador hacia el larguirucho cuerpo de Arshavin. Ya se había
rodado el rumor por todos los pabellones de que habían descubierto la
filtración. Mi temor más grande no era la vida del larguirucho, ni siquiera que
me acusara, lo que más me carcomía la paciencia era que cambiasen el día del
evento, ya Ramsés tenía todo listo, y esperaba mi señal para actuar, y una
pequeña postergación acabaría con la fórmula de cicuta y metanol enviada por
‘Los hermanos del norte’, y si moría ella, moría todo.
Arshavin
estaba en la celda frente a la nuestra, y en la madrugada del 8 de mayo,
Stannis y diez soldados más, ingresaron sin mediar palabra alguna y se lo
llevaron. Pensamos que lo habían matado, porque no apareció hasta el día del
evento. Nazut y Vilhem conversaron tendidamente con Arshavin un día antes del
rapto, me comentan los gemelos, que utilizaron cualquier táctica psíquica
reconocida para infundirle odio hacia Stannis y su club, yo hablé con él solo
por un momento, y le dije lo importante que sería su silencio para la ejecución
del plan, Napoleón me insultó cuando terminé de decirle mis palabras, según él
debía utilizar el psicoterror. No tendría sentido hacerlo, la idea era que nos
viera como su clan de protección, si lo aterrorizábamos, le daría igual acusarnos
o ser torturado. Debíamos abrir un ilusorio compás de esperanza o nos jodíamos.
Y así ocurrió. Jamás imaginé que detrás de ese cuerpo enfermo y de esa mente
ralentizada y llena de pasado, pudiese habitar un universo capaz de ajustarse a
cualquier medida de presión, Arshavin, no solo salió bien parado de la interpelación
de Roché y Stannis, sino que venció al sistema opresor y torturador a través de
la llave que siempre aplacará la ira, la sabiduría. Stannis luego de
electrocutarle los cojones, lo levanto por el cabello y mirándolo a los ojos le
preguntó el porqué de su robo, y sin profundizar en ríos de argumentos, él solo
dijo: “Porque la prensa me está pagando, y quería información, eso es todo”,
pienso que fue la salida más brillante que se pudo ingeniar, y la cuestión era
cierta, no solo yo recibí una copia de la programación del evento, el tabloide:
‘Confianza’ ya había filtrado todo lo que ocurriría el viernes 10. Su paga fue
de 10 piezas de oro.
Arshavin Llegó a su celda el día del evento, y cuando los esbirros de Roché lo dejaron en la celda, este me vio a los ojos y sonriente dijo: “La muerte es justicia. Que empiece el acto”.
Melbor Dysis Nell (G.H)
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