miércoles, 10 de abril de 2013

Lo que un día será..


Dentro de mi aturdimiento diario, producto a la maldita lejanía que nos separa, a veces, hablo conmigo mismo y me pregunto: ¿Realmente tanto es el precio que debo pagar para poder estar a tu lado? ¿No es suficiente batallar contra esta soledad culpable de mi vaivén emocional? ¿Será que en mi cuadro de vida que pintó el destino, tú aparecías solo en una parte de él? ¿Y si ya no podré recibir calor de tu pequeñito cuerpo, de qué vale saber qué existes? ¿Qué será de mi vida sin tu carisma que transforme mis más acres amarguras?

Oh, dulcinea, mi cruz ha sido amarte. Mi terquedad me lleva a seguir estancado con tu foto en mi billetera. La hiel de tu ausencia es letargia a mi rostro. Hace mucho tiempo que no sonrío de la misma forma que lo hice el día que te entregué aquel libro, cuyo contenido probablemente aún desconoces. Nos sentamos, hicimos del mundo un lugar especial, le pusimos color a nuestras palabras, jugamos con los nombres de nuestros hijos, descubrí en tu mirada mi paraíso infernal.

Hoy te confesaré que ante la melodiosa rítmica de tu voz es imposible ocultar una sonrisa.

Tu éxodo es una lanza que traspasa todas mis esperanzas. Me desdibujé el día que decidiste alejarte de mí, mira la fecha que es, y aún estoy intentando reagrupar el rompecabezas de mi vida. ¿Debería odiarte? Por supuesto, pero de forma muy paradójica, y shakesperiana, mientras más lejos esté de ti, más son las ganas que me carcomen por simplemente estar a tu lado y llegar tan siquiera a respirar un poco del aire que emana de tu alma. Eres ese karma que debo pagar por ser humano, quizá mi dialéctica no te enamore, de eso estoy seguro, pero de lo que aún no me aseguro es, si llegase a existir alguien sobre este írrito universo que pueda sentir lo mismo que me produce solo un simple beso tuyo.

Cuando callas, siento que muero. Cuando sonríes, mi espíritu renace. Cuando te alejas, mis bases se estremecen, pero cuando recuerdas lo mucho que me amas, olvido todo y soy el hombre más feliz de la tierra.

Geoff. Hernández R. 

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