sábado, 24 de mayo de 2014

El día que el vencedor perdió..

  1-…y aunque el título de la crónica pueda chocar a muchos, es lo más sensato que puedo escribir. Las teorías suelen no equivocarse nunca, ni perdonar errores humanos, y eso sucedió en Lisboa. Ochenta minutos perfectos del Atleti que fueron ignorados ante la terrible tentación de especular. De aguantar. De echarse atrás. De querer apurar a las pacientes agujas del reloj lusitano. De evitar apoderarse de una zona que el Madrid ya había renunciado como la mediacancha, para estancarse al lado de Courtouis. Dándole el último envión anímico a un Real Madrid herido que desvariaba entre sus falencias, y listo para acariciar otro fracaso, pero el hermano andaluz, el asesino de Múnich, había imaginado un final distinto, un final merengue.

2-     “Las finales se juegan, y después se ganan”, leí por ahí. Es cierto. Hoy era el partido más impredecible de toda la temporada. Dos personajes produjeron estupor al verlos en las alineaciones: Khedira y Costa. El primero, sin temor a errar, hizo el peor partido de su vida. Lógico. Cinco meses sin competitividad es demasiado tiempo como para jugar una final – Y una bofetada a la confianza de Illarra, también -  y el segundo, un terco por naturaleza, un imprudente que aunque tenía claro que estaba roto, quiso violar las leyes naturales de recuperación, apelando a la tozudez trajeada de placenta de Yegua. Esa imprudencia que avaló Simeone, pudo haberle costado el campeonato al colchonero.

3-     Simeone y el mono estudiaron el partido bajo la misma premisa tatuada en el Camp Nou. Allá era Messi. Aquí era Ronaldo. Mientras más se alejase Modric (Y la ausencia de Alonso) de Ronaldo, más espeso sería el juego para el portugués, y así fue. Ronaldo no compitió. Ni cuando perdía el Madrid, ni cuando le dio vuelta. Siempre llegó tarde a todo. Cayó en cada batalla aérea ante Godín y Miranda. Se diluyó por la banda. Las dos más claras que tuvo – Sin contar el penal obsequiado por el señor holandés – fueron de tiro libre. Todo esto debido a la perfecta ejecución del 3x1 de Tiago, Miranda y Godín.


4-     En el juego, la tónica era otra. El rostro de Ancelotti jamás estuvo tan agitado en toda la temporada. Un derroche de conceptos tácticos y de altruismo energético era el Atleti, quien veía a Villa recorrer varios kilómetros solo para incomodar la salida del Madrid, a Filipe iluminado, cortando cualquiera intentona del Carvajal más frágil, y de Adrián López que demostró que debía ser titular. Intentando entregar esa pausa que dentro del esquema del cholo, Arda Turán otorga. Khedira, mientras estuvo en cancha, era el único que tenía libertad de movimiento, su torpeza al momento de pasar la pelota no fue casualidad, era inducida por el Cholo, quien mandó a sus soldados a corroerle los tobillos al genio croata y darle el espacio al lento Sami. Coentrao no estuvo lúcido como en otras citas. La ausencia de Pepe le afectó. Le costó entender los movimientos correctos de Varane, y terminaba casi siempre yéndose al ataque, descubriéndose y observando a Villa comerle la vida.

5-     El gol cayó en el momento justo, cuando peor la pasaba el Madrid, y aunque parezca paradójico, el único que no sufría las complicaciones del partido era Iker Casillas. Atlético dominaba a su manera, aprovechaba la elegancia de Gaby con la precisión de Tiago para arrastrar el espacio que Khedira soltaba, promoviendo esa ilusión óptica de sobrepoblación rojiblanca, y empujando al Madrid hasta su propia puerta. El cholo sabía que debían aprovechar la única que tendrían, y así ocurrió. De la manera más tosca que se podría imaginar llegó el ilusorio gol, patrocinado por la eterna incapacidad de Iker para salir de los tres palos, y los cojones inmensos del Faraón Godín, quien soltó un cabezazo sin ángulo de giro que le daría el reino europeo, al menos por varios minutos más.

6-     Ante la sensación de tener el espíritu de derrota cerca, el coraje es la única escapatoria, y hoy la valentía se tiñó de argentino, de flaquito, de orejón. De Ángel Di María. El man of the match, el mismo que firmó esa galopada hermosa en el 2012 en la Copa del Rey frente al Barcelona. No solo se lleva el trofeo como el mejor jugador de la final, sino, además, la sensación de creer que en Brasil algo grande puede ocurrir. Esa gambeta mágica será difícil de olvidar, llevándose a los ilustres Gaby y Godín, y permitiéndole a Bale resarcirse de todos los demonios individualista que lo oprimieron, y es que de eso trata el fútbol, de librar a tu compañero constantemente de la desgracia. Ramos con Casillas. Di María con Bale.

7-     Varane demostró la talla de su jerarquía. Hizo olvidar por completo que Pepe, el grandioso, no jugaba. Por arriba fue una bestia, por debajo inteligentísimo. Evitó a toda costa quedar mano a mano y lo logró yendo siempre a la asociación con Coentrao o con Ramos. Un partido consagratorio. Su presencia debe ser una ráfaga de tranquilidad para Ancelotti pensando en el futuro.  Está genéticamente diseñado para las grandes citas. Un fuera de serie si la salud lo acompaña.

8-     Cinco minutos fueron demasiado. El partido no debió ser estirado hasta el 95’, fue la demostración de crueldad más grande que recibió el Atleti en todo el año. Ya se defendían con la última gota de gasolina, y ya las uñas de Gabi acariciaban la plateada copa, hasta que llegó el asesino de Múnich, el hermano andaluz, dictando cátedra de cómo se cabecea, y lo vital que es un central con recursos y genes ofensivos en esos momentos de dramatismo. Gol y euforia mundial. El resto del partido sería tan predecible como el MVP de Di María: el punch de Bale, seguido del jab de Marcelo y el KO de Ronaldo. Los fantasmas del 74’ no quisieron perderse la fiesta, y aunque suene partidista, el fútbol demostró una vez más que los cuentos de hadas no existen. Que la justicia es un concepto creado por el hombre, y que los campeonatos se los llevan los que anoten más veces. Tan cruel, como real.

 y 9- La maldición está en el olvido. La obsesión traspasó su esencia y se convirtió en realidad. La cima del fútbol europeo vuelve a ser merengue. Ancelotti, el eterno capricho de Florentino se armó de fe y de un equipo magnífico para devolverle la grandeza y el honor que merece un club tan grande como el Real Madrid. ¿Será esto el inicio de una nueva era?


Geoff. I Hernández. 

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