1- Lo anticipábamos en la nota ‘Asesinos de la agonía’, Lucas Biglia
sería el antídoto para el caos que se creaba al momento de compactar el bloque
defensivo en el mediocampo albiceleste. Facilitándole
el trabajo a Mascherano. La inclusión
del volante, y la del Micho por Fede, mostraría un rostro totalmente distinto y
necesario para una Argentina, que a trompicones, circunstancias, y
aprovechamientos de detalles, está entre los cuatro más grandes del Mundo. A
partir del orden llegaría todo, lo dijo Sabella, y eso ocurrió. Higuain,
revivió, y se cargó a un Kompany que cuando debe enfrentarse al uno contra uno
y a las expansiones de los espacios amplios, deja de ser un superdotado. El
Pipa está, y cuenta. Con espacios asesina, ante cerrojos, le cuesta. Lee
Sabella.
2- Hoy vimos la parte oscura de Bélgica. Su inocencia en esta instancia
se notó y en demasía. Doy un golpe a la mesa y le añado la culpa a Wilmots, más
que a sus jugadores. Es verdad que el técnico no ejecuta, pero sí tiene la
obligación de obturar todos los caminos y recrear las circunstancias que hay en
un partido, para explotar al máximo las cualidades de su plantilla. No lo hizo.
Desperdició el inicio de una hermosa generación. Wilmots fue el sector más
débil de Bélgica, tanto como Witsel y Fellaini. Ningún pasador europeo tenía el
mínimo conocimiento de donde estaba su compañero, mientras levantaban la cabeza
para ubicar a uno de los suyos, Mascherano y Biglia le rompían cualquier
circuito asociativo. Al final terminaron arrimando a la Argentina, a través de
la desnaturalización de su esencia. El revoleo grosero y la apuesta plena al
error del rival. Una estupidez, cuando tienes a Fellaini, Mertens, Hazard y
Witsel en tu zona de elaboración.
3- Argentina abraza la sabiduría. No le tiene temor a defenderse con repliegue y menos al
despliegue. Entiende que no está para la perfección y a partir del
reconocimiento de las estaciones existentes dentro de un partido nace todo su
éxito. No brilla como el sol, ni enamora como Dylan, pero basta que erres una
vez, y aparezca el todopoderoso Messi, y te inicie la jugada correcta y te lea
el espacio perfecto para asesinarte. Esto es Argentina, un conjunto de elementos
entendidos y creyentes a una filosofía que parte del esfuerzo más que de la
estética. Y aunque sigan lloviendo las críticas hoy están en la semifinal.
4- La lesión de Di María le quita la introducción y el nudo a esta
Argentina. Se desgarró. No va más. Maxi Rodríguez era el cambio lógico. Pero la
lógica sigue siendo secundaria para Sabella, y lo añadió a Enzo Pérez. De
brillante presentación. Junto a Lavezzi le taparon la salida a Alderweireld y
eliminaron del partido al flojito Mirallas. Es una cuestión de esfuerzo. Los
recorridos del Pocho eran de lateral-delantero y no de volante-delantero como
se esperaba. José María Basanta también agradeció el altruismo de Lavezzi y
Enzo. Basanta estuvo correcto. No tan incisivo en ofensiva como Rojo, pero al
superponer las marcas, nunca falló una. Protegió la punta izquierda con su
vida, y lo potenció plenamente a un Micho que no volverá a ver la banca en el
resto del Mundial.
5- Fue el partido más cómodo hasta el momento para Argentina en el
Mundial. Se retrasó porque era el plan, no hubo frustración porque la el guión del
partido estaba bien repasado antes del pitazo inicial, y terminaron pidiendo la
hora, porque aunque entregaron muy poco en ataque, se creyeron que lo podían
aguantar. Fe. Jugaron con fuego, pero salieron adelante.
6- Ezequiel Garay fue el
man of the match. Multiplicado,
entregado, con los sensores de ubicación en perfecto estado. Por arriba sacó
todo, por bajo con estética y sin estética se encargó de facilitarle el trabajo
al terror Romero. Si terminan siendo los Reyes del Mundo tendrán que hacerle
una estatua en el Monumental y otra en La Bombonera. El vivo ejemplo que a
partir del esfuerzo y la concentración nace todo. Hasta la ilusión de ser de
los mejores cuando en realidad no lo eres.
…y 7- Enamorarse de las carencias. Multiplicar las virtudes. Mantener
la fe intacta y reflejar en la cancha que en estos torneos la concentración y
la definición lo son todo. La Argentina de Messi, sin oler a perfección, se
sacudió los demonios y entró en el cuadro de honor. La gloria está muy cerca,
como para rendirse.
Geoff I.
Hernández
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