1- Detenerse en
el análisis por un momento y sonreír, porque el fútbol ha demostrado una vez
más que los números, las letras y los matices previos al pitazo inicial son
solo eso. Intangibles intranscendentes. Porque lo que se logra con el corazón,
ni el más perfecto de los sistemas táctico lo puede romper. Argentina es la
ilusión de un sueño atrasado. Es la esperanza de 40 millones de personas que
están fatigados de tantos fracasos, de burlas y de ver cómo al mejor jugador de
la historia se le alejaba la cita con el destino, pero la justicia, ese ángel
celestial que aunque muchos duden de él, existe, le regaló a esta generación
una oportunidad única, de enfrentarse a la perfección e intentar coronarse como
reyes del mundo.
2-
Mascherano
es la representación del pueblo latinoamericano. Su orgullo, su coraje, su
limpieza en los movimientos y sobre todo, su don inefable de corregir cada
micro fallo que tengan sus compañeros lo hace un héroe. Jamás en la vida se
podrá olvidar esa barrida milagrosa sobre Robben casi finalizando el partido.
La línea invisible entre la gloria y la desgracia. Esa es la síntesis de una
Argentina que sin él no tendría sentido. Se encargó de fusilarle la vida a RVP,
de ser escudo de los marcadores de punta cuando las situaciones del juego lo
exigiesen, y de ejecutar con precisión los primeros pases. Con él a la cabeza
es imposible no mantener la ilusión hasta el final.
3-
Holanda se
estrelló contra un espejo. Argentina la frustró con los mismos elementos que
los habían llevado a esta instancia a los europeos. Orden, solidaridad, ruptura
y solidez en defensa. El tridente de la gracia lo intentó desde cualquier zona.
Por derecha, por izquierda, por el centro. Todas nulas. Lo único que veían al
alzar la mirada era a unos galgos sedientos de gloria trajeados de albiceleste.
Agrupaditos, ordenaditos y fieles a la atmósfera del partido. Y tanto fue así,
que el más lúcido de los once holandeses fue Vlaar. Esa versión mejorada de
Jaap Stam que le pasó por encima a Messi y a cualquiera que intentara
secuestrar su zona. El único que logró vencerlo en la individual en todo el
partido fue el Gran Higuain. De allí nació la más clara para la Argentina en
todo el partido. Es curioso que te asesinen con el arma que tú mismo creaste.
Van Gaal no pudo. Robben, menos.
4-
Hay que ser
un irresponsable para catalogar como aburrido esta cátedra táctica y casi de
ajedrez que se vivió en Sao Paulo. El que se equivocaba perdía. Ninguno se
equivocó. Un festival en las correcciones. Las semifinales y finales se juegan
de esta manera. Las pulsaciones siempre por encima de los 120 y la ilusión como
motor principal. El destino no se cansa de participar y de fijarse en el
notorio el sello que tienen los holandeses en sus espaldas. Acostumbrados a ver
cómo la Gloria siempre se le escurre entre las manos en el último suspiro.
5-
Sabella
perdió su partido. La inclusión de Agüero y de Palacios fue lo peor que le pudo
pasar a la Argentina en la recta final del match. Sacar a la versión más
lúcida, correcta y ambiciosa de Higuain fue un error. Agüero se encargó de
ralentizar las transiciones que intentaban crear Masche y Messi desde la zona
media, y perdió todos los enfrentamientos contra los centrales. Palacios fue un
manojo de nervios, de imprecisiones y de insensibilidad al momento de ejecutar.
Tuvo para llegar al cielo en el 118’, pero cuando la semilla del temor está
sembrada en tu subconsciente, la grandeza sale corriendo hacia otro lado. La
toma de decisiones lo es todo. Al final los dos terminaron siendo cambios emocionales
que casi trastornan la esencia de la batalla.
6-
La postal
del hijo de Robben llorando desconsoladamente me rompe el alma. Siempre será un
misterio entender por qué algunos jugadores están sentenciados a no ser
protagonistas de la historia. Arjen tuvo el Mundial de sus sueños. Libre de
lesiones. Lleno de confianza. Sintiéndose pilar de este clan. Pero se topó con
la Argentina de Mascherano, y Romero. Hoy no fue de Messi. Quien de forma
increíble hizo casi todo mal. Robben dejó todo y se fue sin nada.
7-
Que nunca
más se vuelva a hablar de esta Argentina como un puñado de velocistas anárquicos
que solo quieren pasarle la pelota a Messi. Cuatro partidos de seis sin recibir
goles lo confirman. Hay que tener personalidad y amor propio para entender que
ordenarte en el fondo era el camino viable hacia el campeonato, lo que
significaría también, ponerlo a Messi y a Higuain en el campo de batalla
siempre en inferioridad. Leo se fastidia, y se hace el descuidado. Sin espacio
no quiere nada. Deambula, y luego existe. Se retrae porque sabe que el domingo será
un guión distinto. Esta Argentina es esfuerzo, y humildad. Demichelis, el rey
de la anticipación. Lucas Biglia, el socio del Jefe, y Rojo. Ellos son los
héroes anónimos.
…y 8- Nadie creía en ellos. Todos apostaban a la caída del ‘Clan
de la fe’. Se mantuvieron. Minuto a minuto. Partido a partido. Enamorándose de
las carencias, y fortificando sus fortalezas. Al final lo que la gente
recordará será si ganaron el campeonato o no en el Maracaná. Así de cruel es
nuestra sociedad. Pero lo que han entregado esta generación es imposible de
olvidar. Desde Romero hasta Messi. Todos son protagonistas de este sueño. Y al
frente tienen el último escollo hacia la eternidad. Los perfeccionistas
alemanes. Los favoritos. ‘Los hermanos del norte’. Pero jamás lo dejaré de decir:
con Messi todo es posible.
Geoff I.
Hernández
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