lunes, 6 de junio de 2016

Espacios, Identidad y Banega.

   1- Argentina debutaba con la misión de reafirmar la superioridad mostrada en las Eliminatorias frente al campeón de América. Sin Messi. Es decir, sin lo sobrenatural. Era el tiempo de los obreros. Y para eso se encomendó al triunvirato Banega-Mascherano-Fernández como destructores del circuito chileno que engalana Vidal-Aranguiz-Díaz. Martino sabía que si imponían condiciones en la zona media, Chile iba a morder el anzuelo y se desordenaría. Como ha ocurrido cada treinta minutos en la Era Pizzi.

2-    En 365 días, Chile pasó de ser la selección más sólida del continente en la posesión y construcción, a un grupete de velocistas cuya renta básica de supervivencia es la explotación del error rival. Intérpretes que añoran el guion del ayer, y cuerpo técnico, que comienza a degustar la hiel que produjo dejar fuera a Valdivia. Chile se extravió en la búsqueda de una nueva identidad.

3-    Los primeros 25’ de Argentina fueron pletóricos. Ángel Di María como 11, y Nicolás Gaitán como 7, desdoblaron a placer a los laterales ficticios de la Roja. Fue un milagro que Mauricio Isla no le costase un gol a Chile en ese lapso. Su predilección al ataque, y los errores de cobertura de Aranguiz, convirtieron esa zona en el Gran Cañón del Campeón. Y ahí se afincó el fideo. Que es el actor secundario que todo director quisiera tener. Pero que cuando le toca tomar la batuta y liderar a la banda completa, sufre en la toma de decisiones. De ahí, el principal motivo, por el que Chile salió vivo en el primer tiempo.

4-    Alexis, desde los tiempos de Martino en el Barcelona, se acostumbró a darse palizas tras paliza como antídoto a su incapacidad de asociarse con sus compañeros de ataque – En este caso Vargas -. En el sistema que trazó Pizzi, Sánchez sufre la mayoría del tiempo. Obligado a retrasarse 15 o 20 metros, para recibir un balón limpio, se enfrentaba a Otamendi, a Augusto y a Mascherano. Perdiendo casi siempre.  Desvirtuado, y esperando ese dribbling milagroso que le permitiese superar a tres rivales, para limpiar hacia las bandas. Fue la demostración de que en el fútbol puedes correr 15 kilómetros, y aún así no ser figura. Aunque el mano a mano que atajó Romero, evitó el inicio de otra historia.

5-    En el segundo tiempo, Argentina desmejoró notablemente en el funcionamiento colectivo, pero activó el motor que los llevó al subcampeonato en Brasil. La conquista de los espacios. Pizzi intentó solventar el problema chileno, provocando el golpe por golpe. Lo que terminó siendo el suicidio. Y ahí apareció Banega. El mismo que perdió seis pelotas, y erró el 50% de los pases en el primer tiempo. Y que en el complemento, emergió como el arquitecto y protagonista del triunfo. Pasó del plano destructivo junto con Mascherano, a dominar los ritmos del juego cerca de los wings. Con metros a las espaldas de Isla y Mena, el mediapunta del Sevilla, se dio un banquete, asistió a Di María, y anotó. Llevándose el man of the match,  y estampando su nombre en la próxima alineación de Martino.

6-    Chile olvidó el arte. Y de ahí nacieron todos sus momentos de gloria. Extorsionando sus convicciones. Pizzi debe ver el modelo Borghi. Y no cometer los mismos errores. Porque si fracasa en esta Copa, sus días en el banquillo, podrían ser muy cortos. Hoy el Campeón está en una crisis de identidad. Solo esfuerzo y empuje. Desconcentrados y muy lejos de la imagen que los llevó a secuestrar el reinado de América. Aranguiz y Díaz, nunca habían estado tan erráticos como en California. Y si las columnas se estremecen, la edificación puede perecer.


Y 7- El temblor del debut cedió. La autoridad, eficacia y libertad en los movimientos, ubican a Argentina como el rival a vencer. La única incógnita es: ¿Cómo funcionará el equipo de Martino cuando regrese Messi? ¿Existirá finalmente la unión que tanto se le reclama a cada selección Argentina? O ¿Seguirán las dificultades en la zona de gol? Solo Martino y Leo lo saben. 

Geoff I. Hernández

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