sábado, 19 de abril de 2014

Alusiones Temporales (Parte I)

I

Encerrado  eternamente en los laberintos asfixiantes de mi cabeza. Allí, en ese caparazón antiguo nace la ráfaga de pensamientos inclementes, que ahogan, saturan, aturden y eclipsan las llamas de la cordura. Fustigándome sin piedad.  Elaborando universos inhabitables y atiborrados de temor, haciendo de mis días: un abril sin pascuas, un océano sin sal, una ciudad sin historias, y un desierto sin sol.
Sueño con ese día cuando mis poros vuelvan a transpirar libertad, ese instante en que mi corazón lata sin sobresaltos y regrese a la senda original. Ese momento de restitución, y sean enviados al infierno los demonios que aprovechan mis debilidades para acusarme y castigar mi cuerpo. Sonrío al solo imaginarlo.

Mienten. Las cárceles más frías y crueles no existen en este mundo de desorientados, están ahí mismo, dentro de ti, en la frontera entre lo tangible y lo inalcanzable. ¿No te sorprende la facilidad con la que imaginas escenarios oscuros? ¿No te produce interrogantes la pasión que algunas personas tienen para destruir sueños? Desde el día en que Adán pecó, se nos fueron quitadas las llaves de la perfección y de la paz. Siendo empujados a convertirnos en esclavos de lo externo y víctimas del mundo interior, ese compendio de atmosferas que no es manejado por ley humana alguna, esa locación superior que magnifica nuestros temores y engrandece nuestras derrotas.

Apenas alcanzo a ver el lado oscuro de la luna desde esta prisión. No logro distinguir entre el día y la noche, y mis fuerzas se han compactado solo para escapar. Escapar se convirtió en mi verbo preferido, y es que aún intento entender la razón por la que miles le temen al escape – (¿Cómo somos tan miserables para acariciar el monstruo que nos quiere destruir?)-  Estudio estas cuatros paredes a diario, observo sus cimientos, su color añejo, su olor inmundo, su adn maligno, su pasado. Ya conozco todo de ellas, y las odio, se los juro, pero sigo sin conseguir la forma de deshacerme de estos grilletes en forma de raciocinios, ni de los barrotes sedientos de destrucción. Soy culpable de mi pecado lo acepto, pero ¿Por qué es tan alto el precio del perdón? ¿Acaso no tiene valor la justicia que he aplicado desde mi nacimiento? ¿Los atardeceres llenos de integridad tienen menos peso que las noches de ciega pasión? ¿Por qué una respuesta se hace tan dolorosa y difícil de hallar? ¿Por qué?

PD: No olvides qué semillas estás sembrando hoy, serán las culpables de tu mañana.

Melbor Dysis Nell 
(G.H)
  


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