1- Sería
una irresponsabilidad enfocar el análisis en las carencias de Brasil y no en las
fortalezas de los centroamericanos. La culpa no fue de la canarinha, fue de
México y su nuevo estandarte invisible que rodea todo el campo. La fe. Y es que
esa es la diferencia de este grupo liderado por Herrera y gerenciado por
Márquez en la cancha. Todos se creen útiles y todos bailan juntitos al ritmo
del esquema. Ante Camerún fueron una aplanadora inmisericorde, hoy se ajustaron
a la atmósfera del partido y fungieron como obreros sedientos de sangre y de
reconocimiento. Alfa y Omega. Desde Ochoa hasta Dos Santos. Todos expelieron sus
complejos y le vieron el rostro al gigante brasileño que sigue mostrando cada
vez más y más fisuras.
2- Ya
comienza a tener sentido el discurso relajado de Scolari, es necesario contener
la crítica mientras se consigue darle vuelta a una situación que empeora con el
pasar de los minutos. La Óscardependencia en elaboración y la Neymardependencia
en definición pueden sentenciar a la horca a los grandes favoritos de este
torneo. ‘El maza’ Rodríguez, y los Hector’s (Herrera y Moreno) se encargaron de
ponerle candado a la fábrica de jogo bonito. Felipao erró al ubicar a Óscar
como wing izquierdo. Se diluyó y nunca supo abrirse antes los pocos
desprendimientos de Marcelo. Ramires batalló mano a mano con Fred para llevarse
el trofeo del peor jugador del partido. Aturde la incapacidad de Ramires para
tomar responsabilidades en zona de gestación. Ni defiende ni crea. Un auténtico
estorbo, casi tan grande como Fred.
3-
El
tres es mi número favorito, por eso este párrafo va dedicado al ‘Man of the
match’, al sujeto que con sus manos y destrezas llenó de confianza a una línea
de tres o cinco – Como mejor le parezca -
que recibió bombardeos, carentes de orden, pero constantes. El ángel que
habita al lado de los grandes arqueros no se quiso perder esta cita en
Fortaleza, y no solo acompañó a Memo, sino que lo guio hacia el borde invisible
de la perfección. Detuvo todo, y aquella que le sacó a Neymar quedará en las
retinas de todos nosotros como uno de esos regalos que Dios envía a cada
Mundial desde la eternidad. La imposibilidad hoy bajo su rostro ante las
facultades de Ochoa. Genio y figura. Productor de fe.
4-
El
ritmo del partido, sobre todo en el segundo tiempo, obligaba a Brasil a
expandir las bandas, pero Scolari prefirió oír la voz de la prudencia que le
recordaba en el oído el desastre que dejan Alves y Marcelo cada vez que se
alejan de su zona defensiva. Bernard y Willian ingresaron cuando más electricidad
había en mediacancha. Nunca pudieron influir. Bernard mandó un pincelazo entre
líneas que Jo no aprovechó. De resto, poco y nada. Paulinho sumó su segundo
partido sin demostrar ni un ápice de su talento. Entre grises y sombras sigue
siendo el transitar de Brasil.
5-
Hay
que tener una sobredosis de humildad para entenderte inferior a tu rival en las
individualidades y contrarrestar esto con sudor, coraje y fidelidad a la idea.
Esto es México. Un compacto de once jugadores y tres recambios que reconocen
sus virtudes y aprovechan las situaciones multiformes ocurridas en un partido
para explotarlas. Vázques, es el digno reflejo de esto. Lució y le mostró a
Luiz Gustavo y a Paulinho cómo incrustarse entre los centrales y no
descompensar la mediacancha. Junto a Andrés Guardado cortaron, recogieron,
limpiaron y se cansaron de frustrar a Neymar y compañía.
6-
A
Brasil le resta Camerún. Más de la cuenta han sufrido y apenas esto comienza.
La renta de los goles contra Croacia podría evitar un emparejamiento cruel en
los octavos de final. En 180 minutos las dudas son más que las certezas. Neymar
es el único destello de luminosidad después del círculo central. Aún no puedo
creer, ni digerir que los delanteros de la pentacampeona del mundo son Fred y
Jo. Chiste eterno.
…y 7- Miguel Herrera y sus
adoctrinados por la fe, mañana tendrán puesta la camisa de Camerún, ligando un
resbalón de Croacia que les facilite su tránsito a los octavos de final. De una
u otra manera, el último partido de grupo, contra ‘Los hermanos del noroeste’
olerá a sangre, y será el termómetro final para medir a esta selección mexicana
que se juega la oportunidad de romper con ‘La maldición del cuarto juego’. La
fe es el camino más cercano al éxito.
Geoff
I. Hernández
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