1- La dignidad suele en ocasiones superar la consciencia, y esto para
un atleta de alto rendimiento es peligroso. Cuando el estrés y el ácido láctico
se fusionan y no tienes completo dominio de la consciencia, puedes caer en el
círculo vicioso de la violencia. Lo de Luis Suárez es digno de estudio. Aterra
la forma como se le cruzan los cables cuando las pulsaciones llegan a
doscientos. Otra vez los fantasmas del pasado, lo atormentan cuando más
concentración requiere Uruguay. Hoy el despistado Rodríguez – Juez principal –
ni el pobre tridente que lo secunda se dieron cuenta de la estupidez hecha por
Suárez, o quizá sí, y callaron. De una u otra manera, la injusticia más grande
fue perdonarlo.
2- Prandelli y su clan siciliano no merecían pasar a octavos. El
fútbol con el que sobrevivían, nacía de los pies del ‘Poeta de las noches
nubladas’, Andrea Pirlo y nada más, y eso lo conocía a plenitud Tabárez. Cuando
le carcomes los tobillos al ‘21’, y le secuestras los posibles receptores, no
hay fútbol en Italia. Verrati lo intentó, gambeteó, encaró y en un par de
ocasiones pisó el área, pero sin asociaciones ni desmarque de rupturas sólidos
de tus laterales, es complicado profundizar desde el círculo central. De
Sciglio y Darmian lo intentaron, pero es necesario mucho más que intentar
cuando Pereira y la mejor versión de Martín Cáceres te cubren los costados.
3- Contra Inglaterra fueron Arévalo y Suárez. Hoy Cáceres y la pareja
perfecta (Godín-Jiménez) fueron el alma de Uruguay, que no ha cambiado nada
desde hace seis años. El esfuerzo y la solidaridad son la materia prima de esta
empresa que produce hazañas, tras hazañas sin sorprender ni vivir en la fantasía.
Es una cuestión de fe. Obligar al rival a jugar de la forma que deseas, es un logro
no aparecido en ninguna estadística. A eso apela Tabárez. Al potrero. A lo
ríspido. A situar al enemigo lo más lejos de las provisiones posible. Álvaro
González permutaba como rayo a cada rato con el Gran Cáceres. Se cansaron de
frenarlo a Marchisio y de incomodar al solitario Mario Balotelli, que todo el
primer tiempo lo jugó de espalda al arco y sin esperanzas, que es lo peor.
4- La expulsión injusta de Marchisio por parte del mexicano Rodríguez
condiciona. Es verdad. Pero de allí, a creer que la derrota de Italia fue
producto a eso, jamás. Claudio, aparte de tener alusiones en el primer juego, y
anotar contra Inglaterra, no hizo nada más en el Mundial. Inmobile, el ‘Dibujante’,
ni siquiera tuvo una clara, y no es su culpa, simplemente, la agonía al momento
de elaborar por Italia los obligaba a retrasarse e intentar encarar desde una
zona que no es para delanteros, y si a eso le adhieres la perfección de Jiménez
y Godín el final era predecible.
5- El Faraón. El líder de la generación más hermosa que ha tenido
Uruguay en el fútbol moderno. El mismo que sepultó al Barcelona y estremeció al
Madrid, hoy fue el verdugo de otro
gigante. Es como si estuviese escogido para los momentos de gloria. Ubicación.
Coraje, dinamismo y fuerza. Eso es Diego Godín.
6- …y recordar que fueron campeones del mundo en el 2006. Hoy, ocho
años después, dos campeonatos han pasado donde Italia, dueña de un fútbol
tristísimo y espeso, se aleja del trofeo en la primera ronda. Hay talento, y es
lo que más entristece, lo que no termina de aparecer es el esfuerzo, la
convicción y la responsabilidad. Y es simple. Estos tres ingredientes que
requiere la gloria, solo es impulsado por un líder lleno de ideas y
fundamentos. Prandelli es todo lo contrario.
…y 7- El cielo es el límite cuando el esfuerzo está por delante. A
diferencia de España, Uruguay es una familia. Una conjunción de esfuerzos y de
identidad que sobrepasa cualquier estándar de entendimiento. Besaron el
infierno y renacieron, y eso solo lo hacen los grandes. Gracias por tanto,
guerreros indomables.
Geoff I.
Hernández.
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