1- Minuto 66, Álvaro Pereira disputa un balón con Raheem Sterling a
tres cuartos de cancha por la izquierda, y el wing inglés sin intención golpea
de forma fortísima el rostro de ‘El palito’ con la rodilla, y este queda
noqueado en la alfombra de césped de Sao Paulo. Literalmente al borde de la
inconsciencia. El estadio queda en silencio. Las cámaras multi-zonales
magnifican el escalofriante momento. Se escucha una exhalación colectiva de
satisfacción. Pereira está bien. Mareado, aturdido y probablemente con alguna
complicación visual. El médico de Uruguay ingresa y luego de revisarlo, decide
que debe salir del juego, y a partir de allí, el Mundo observaría una vez más
la genética de guerra de Uruguay. Esa necesidad de ir una milla más. Un gol
más. Un sprint más. Ese instinto sobrenatural que en solo cinco días los saca
del hades y los eleva a la gloria. Aún mareado, Pereira gritó al menos seis
veces: “No, no voy a salir.” Y no salió. Es que los uruguayos son un regalo. Son
la representación de la exigencia máxima de la física y del alma en el fútbol.
Sin ellos, es imposible imaginar una Copa del Mundo.
2- Fue el partido con menos influencia táctica de todo el torneo. Roy
Hodgson volvió a demostrar que su manual anacrónico está lejos de representar a
Inglaterra. Gerrard, y Rooney fueron las principales víctimas de la ausencia de
direcciones técnicas. Intentaron fluir, pero la libertad para ser efectiva debe
estar fundamentada en una idea. Eran dos genios jugando a la supervivencia. Qué
lástima de verdad. El único que dejó la vida en la cancha por los europeos, fue
el mismo que sale en las portadas del mundo viéndole la espalda a Suárez luego
de anotar el 2-1. Gary Cahill. Casi rozó la perfección, y es que la mala suerte
algún día dejará de perseguir a Inglaterra. Ese pivoteo de cabeza hacia atrás
de Gerrard desubicó a Cahill, quién desorientado perdió la marca, y vio como ‘El
extraterrestre’ Suárez le fusilaba la vida a Hart. Sin ese manchón, su
performance hubiese sido de 20.
3- Tabárez no merecía un final cruel. Su paz interior. Su lectura
divina de las diversas acciones de juego, y ese verbo efectivo en el camerino
que tiene a Uruguay en el tope del mundo desde hace seis años, no se lo
permitirían. Sacrificó a quién más lejos está de su forma, Don Diego Lugano, y
le enseñó al universo uno de los herederos de Lugano y Godín, José Gíménez. Es
increíble la forma como potenció a Godín, quien tembló de pavor los noventas
minutos contra Costa Rica. A través de la prudencia y de la perfecta ubicación,
ayudó a Cáceres en las coberturas por las bandas. Arévalo Ríos, el segundo
héroe del día, le abría las manos, lo dirigía, lo colocaba. Y una que otra vez,
se metía entre él y Godín para proteger a Uruguay de la pelota parada. Era como
ver al padre que enseña a caminar a su hijo. Las críticas después de hoy
deberían ceder. Hay luz al final del túnel. No habrá orfandad en la vertebral
charrúa luego de los últimos días de la pareja: ‘Godín-Lugano’.
4- El esquema, las poquitísimas intenciones de fútbol, y los errores
constantes de dirección, sepultaron a Inglaterra. Lallana, Lambert y Wilshere
debían jugar de inicio. El mediocampo necesitaba permutas. No las hubo.
Necesitaba irrespeto. Mucho menos. Henderson fue un obrero, pero nunca un
artista. Y de eso carece Inglaterra desde hace años, de arte, porque artistas
ha tenido. Y hoy uno de ellos prácticamente dijo adiós. Steven Gerrard. Solo la
mano de un gerente, de un potenciador, y de un adicto al triunfo podrá realzar
el estandarte del Reino Unido.
5- “Se burlaron de mi lesión, nunca creyeron que estaría listo para
el Mundial. La prensa dijo que le mentía a Uruguay al decir que estaría listo”.
Eso dijo ‘El Beatle’ Suárez en el pospartido. Y por eso la vida es hermosa,
porque siempre te armará el escenario perfecto para acallar las lenguas multiplicadoras
de maldad y envidia. Suárez lo fue todo. Dos goles. Nueve kilómetros de recorrido,
y un mapa de calor (Diagrama que indica los espacios alcanzados en el juego)
espectacular. Junto a Cavani destrozaron a la zona uno de Inglaterra. El primer
gol fue la resurrección de la fe. Un gesto técnico del Superhéroe Cavani, y un
centro quirúrgico, divino, perfecto, que sobrepasó a Jagielka y le permitió a
Suárez torcer el cuello y batir a un pobre Hart que nunca tuvo chance de nada.
Es necesario entender que hace un mes, Suárez lloraba desconsolado luego de su
operación para repararle los meniscos de la pierna derecha. Un extrarrestre.
Otro nacido para las batallas.
…y 6- Podrán clasificar. Podrán quedar eliminados, esa es la
síntesis del fútbol, pero esta presentación era necesaria para sonreír de nuevo,
para agradecer las formas y los corajes, y para aprender cómo se afronta un
juego de Mundial. Uruguay es una nación de cuatro millones de personas que
disfrutan del vino y viven y entienden de amor propio como ningún otro país. La
humildad. La pasión y la genética productora de excelsos futbolistas engrandecen
la única realidad válida. Nacieron para las batallas.
Geoff
I. Hernández
No hay comentarios.:
Publicar un comentario